La ex esposa curvy del CEO
Naulis machado

Una pequeña sorpresa

Los ojos azules de Alisson brillaron entre una mezcla de confusión y otra de emoción cuando escuchó las palabras de la enfermera;

—Felicidades, señora Langley, está usted embarazada —Dijo la mujer con un tono ameno.

Alisson no supo cómo reaccionar; tomó la prueba de embarazo y la apretó con fuerza tanto, que sus nudillos se tornaron blancos.

 «¿Cómo había sido posible eso?», se preguntó confundida.

Si bien la vida sexual con su esposo era muy activa, ella siempre se había cuidado y era imposible que hubiera podido descuidar su protección cuando desde un inicio Christopher le dijo que no quería hijos. 

«Debía ser un error»

—¿Está segura señorita? —Preguntó con voz temblorosa y la mujer enfrente de ella asintió con la cabeza antes de reiterar;

—Sí, la prueba fue repetida tres veces para confirmación, ¿quiere que se le vuelva a realizar? —Preguntó la mujer con amabilidad y Alisson negó apretando con fuerza el inferior de sus labios.

Sin duda, era una mujer muy hermosa; con atractivos exuberantes que iban desde sus cabellos rojizos y sus ojos azules como el cielo mismo hasta sus curvas exageradas; no era delgada. ¿Para qué serlo? Tenía grandes piernas, senos y un trasero que no dejaba nada a la imaginación. Sin embargo, ella se sentía insegura por el simple hecho de que la sociedad la veía como una mujer fea solo por tener sobrepeso. ¿Y cómo no? Alisson era la esposa de un poderoso magnate de la moda; Christopher Langley; alto, atractivo, con unos hermosos ojos grises y con aura cargada de picardía y autoridad que enamoró a Alisson desde que era niña.

—Muchas gracias, señorita, muy amable —respondió parpadeando con rapidez antes de darse la vuelta y girarse.

¿Y ahora que iba a hacer? Un t****o se formó en su garganta y una lágrima salada bajó por su mejilla. No quiso llorar, muy en el fondo de su corazón quería tanto tener un bebé del hombre que amaba que veía absurdo hacerlo, pero, sin embargo, sabía que a Christopher no le iba a gustar mucho la idea.

«Alisson era su esposa de contrato»

Se habían casado un año atrás después de la muerte del matriarca de la familia; Austin Langley, quién había dejado una cláusula escrita dónde especificaba que si su nieto mayor, (Christopher Langley) quería heredar todas sus empresas debía casarse con Alisson: la hija de la sirvienta de la casa. Al principio, Christopher no se vio interesado, tenía su propio imperio y no necesitaba sacrificar su vida para obtener ningún dinero, pero luego, la codicia lo corrompió y decidió que un poco más de poder no estaría de más y así fue como decidió unirse a Alisson.

Por su parte, Alisson no lo pensó dos veces, desde que tenía uso de razón estaba enamorada de Christopher. Sin embargo, ella sabía que su amor por él era imposible y no solo porque ella era una simple empleada y él el millonario más cotizado del país, sino porque ella era obesa, y él, un hombre que sin duda cuidaba su figura, por eso, cuando escuchó la demanda del abuelo no dudo en aceptar.

«Lo voy a enamorar»

Eso pensó ella, y pues, aunque en todo el tiempo que había pasado Langley no le había dicho un te amo, Alisson pensaba que sentía algo por ella: la forma en la que le hacía el amor todas las noches y la manera amable con la que le hablaba eran las razones. 

Salió de la clínica con el corazón galopando en sus costillas con una fuerza que la hacía sentir ahogada. Cuando llegó a la acera, no pudo evitar mirar la ciudad que se ceñia enfrente de ella con majestuosidad; altos edificios y pancartas vestían los rascacielos de nueva York. Suspiró tomando fuerzas dónde no tenía y dejó que la brisa fresca le refrescara la cara.

«Tengo que ser fuerte y decirle a Christopher que vamos a ser papás»

Pensó, antes de estirar sus dedos y llamar al taxi que enseguida se estacionó enfrente de ella 

Minutos después, la enorme mansión dónde vivía se posó enfrente de su ojos; grande, imponente como sus dueños pero también fría y llena de sobriedad. Le pagó al taxista y dejó que sus pies envueltos en unos zapatos de medio tacón tocaran el asfalto de la calle. Apretó con fuerza el borde de su camisa y avanzó con decisión.

—¿Dónde estabas? Ya va a ser la hora del almuerzo y ni siquiera has preparado nada —preguntó Nora Langley, la madre de Christopher.

Alisson hizo una mueca con los labios. Estaba llena de fastidio. Nora era una mujer horrible, de carácter fuerte y lengua venenosa; una suegra ponzoñosa que la odiaba porque le veía como “poca cosa” para su hijo. 

—Necesito hablar con Chris —Susurró Alisson de inmediato intentando pasar de largo, pero Nora la detuvo tomándola con fuerza del brazo.

El agarre de la mujer que pasaba los cincuenta años era fuerte y oprimente. Alisson chilló de dolor y aunque la necesidad de zafarse y empujarla cruzó por su mente apretó con fuerza sus labios y se las aguantó 

«Es la madre del hombre que amas y le debes respeto»

Fueron sus pensamientos; la ingenuidad era algo que siempre la acompañaba y aunque algunos lo veían como una virtud para Alisson era una completa debilidad.

—¿No has oído lo que te dije? Anda a la cocina dónde perteneces y prepara el maldito almuerzo —Escupió la mujer antes de soltarla.

Nora se acomodó el traje como si nada hubiera pasado y luego se dio media vuelta para irse. Su caminar era elegante, delicado, y hasta calculador, pero eso no la hacía ver menos perversa y odiosa; la mujer era un enorme dolor de culo.

Con las lágrimas bañando su cara, Alisson caminó con decisión hasta la cocina y tragándose el orgullo comenzó a preparar el platillo para el almuerzo;Ravioli de langosta que era técnicamente pasta rellena de langosta fresca, servida con salsa de tomate y albahaca. A ella no le molestaba cocinar en lo absoluto, pero definitivamente le molestaba la manera en la que Nora, su suegra, se lo pedía como si ella no fuese la esposa de su hijo y todavía fuese una sirvienta común.

Cuando terminó, vio la hora en el reloj; eran más de las tres de la tarde y Christopher aún no había llegado. Se limpió las manos en el delantal y con ayuda de otra sirvienta comenzó a servir la mesa bajo la mirada del resto de la familia que algunos la veían con pesar y otros simplemente con un tinte de diversión que la irritaba.

—Con su permiso, yo comeré en la cocina —Susurró ella tomando la bandeja con su almuerzo y retirándose con la mirada gacha.

La verdad, es que no le gustaba sentarse en una mesa llena de víboras y menos cuando Christopher no estaba.

—Sí, ve, allá es donde nunca debiste salir —Susurro Nora antes de irse.

Alisson apretó la bandeja con fuerza. Debía estar acostumbrada a las humillaciones constantes de la familia, pero no, no lo estaba y cada vez le costaba menos soportarlo. Dejó la bandeja en el mesón de la cocina y aunque evidentemente estaba delicioso no probó ni un solo bocado: tenía el estómago revuelto, entre la rabia por lo que acaba de pasar y el miedo por lo que estaba apunto de suceder.

No obstante, cuando todos terminaron de almorzar tomó el teléfono de la casa y marcó el número de Aniela, su mejor amiga y quién vivía siempre cerca de Christopher ya que era la modelo principal de la marca. Aniela era su amiga desde que eran muy jóvenes, se habían conocido en la preparatoria; una de las más importantes del país y dónde Alisson estudió por órdenes de Austin. Aniela era muy diferente a Alisson; delgada, con cabellos negros y ojos marrones muy profundos y aunque ella era más liberal Alisson la consideraba como su hermana. Dejó caer el teléfono y llena de frustración se agarró los cabellos con fuerza. 

—No puedo seguir con esta angustia —Exclamó tomando su bolso y saliendo de ahí.

El viaje a la empresa fue corto; Tentación Langley enseguida brilló antes sus ojos; la casa de moda gritaba glamour y belleza, se especializaban por todo tipo de ropa aunque su fuerte era la ropa interior y de eso, Alison tenía talento.

«Aunque uno que no mostraba»

Cuando quiso hacerlo, Christopher le dijo que una mujer como ella no podría saber cuáles son los estándares de belleza. Fue la primera vez que le dijo algo tan cruel. Sin embargo, eso hizo que Alisson sacara de su mente cualquier oportunidad de presentar los miles de diseños que tenía guardado.

Caminó con decisión, apretando con fuerza su bolso y subiendo la cabeza en una señal de seguridad que estaba lejos de tener. Cuando llegó al último piso donde estaban los ejecutivos y por ende su esposo, notó que la casilla de la secretaria estaba vacío. 

«No era raro»

El agite y el montón de trabajo era algo común en Tentación. Sin embargo, algo maluco subió por su garganta. Avanzó con decisión deseando encontrar a su esposo solo, pero lo que escuchó cuando llegó a la puerta de la oficina hizo que su mundo se tambaleara de una manera dolorosa y agonizante.

El sabor de la traición

Un porno en vivo fue lo que presenciaron los ojos de Alisson cuando la puerta se abrió. Una mujer cabalgaba la polla de su esposo con tanta fuerza y agite que Alisson se quedó pasmada sin saber cómo reaccionar. Sus tetas rebotaban en la cara de Christopher mientras él la sostenía por las caderas: fuerte, posesivo, y los gemidos y gruñidos masculinos taladrarón los oídos de la pelirroja aumentando el dolor que comenzaba a crecer en su pecho.

Parpadeó varias veces, incrédula por la imagen de la mujer que estaba follando con su marido; era Aniela, su mejor amiga y a quien consideraba como su hermana. Algo amargo subió por su estómago, mientras los ojos se le llenaban de agua. Sostuvo la prueba de embarazo entre sus dedos y con una voz quebrada preguntó:

—¿Christopher qué es esto?

Langley no se apresuró en parar lo que estaba haciendo, con una calma que parecía planeada bajó la mujer de su regazo y miró en dirección a su esposa con ojos llenos de rencor y tal vez fastidio:

—¿Qué haces aquí? —preguntó comenzando a vestirse.

Los puños de Alisson se cerraron con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos y sus dientes rechinaron de la presión. ¿De verdad le estaba preguntando eso? ¿La estaba engañando con su mejor amiga y lo único que le importaba era qué hacía ahí? ¡Era un maldito imbécil! Uno que lamentablemente era el padre de su bebé y eso aumentaba su dolor diez veces más.

—¿Por qué me haces esto? —preguntó con un hilo de voz poco audible.

—Es obvio Alisson, ¿creíste que estaba enamorado de ti? ¡Por Dios mujer! Eres una mujer obesa, además de que siempre serás la sirvienta de nuestra familia, ¿qué esperabas? —Articuló él con desdén y Alisson sintió que su mundo se desvanecía.

Ella sabía porque se habían casado, pero jamás creyó que fuese indiferente para Christopher. El hombre la trataba con cordialidad. Además, de que cada vez que le hacía el amor sentía como sus manos la recorrían con deseo.

—Pero… Christopher, soy tu esposa —Exclamó como si eso fuese importante pará un hombre tan poderoso como él.

—Y así seguirá siendo pequeña, porqué no pienso dejarte ir al menos que se cumplan los tres años, eres el seguro de mi fortuna y así será siempre —Soltó él con una mueca en los labios mientras terminaba de abotonar su camisa.

—Y tú Aniela creí que eras mi amiga y resultaste ser una vulgar zorra, —Escupió Alisson con los ojos inyectados de ira.

Aniela levantó su mano y con una furia camuflada de dignidad, golpeó la mejilla de Alisson haciéndola tambalear.

—¡No te atrevas a insultarme! No cuando eres la burla de los Langley y una esposa por contrato. Yo soy la verdadera mujer de Christopher y es mejor que lo vayas asimilando de una vez por todas —Soltó Aniela con la cara transformada en la de un animal venenoso—, y más te vale que no divulgues esto, porque de ti depende el patrimonio de mi marido.

—¡Pues no voy a permitir que me sigan utilizando! ¡Quiero el divorcio! —Soltó Alisson azotando la puerta con tanta rabia que Christopher sintió como las paredes se movieron.

Los ojos de Christopher se volvieron tan oscuros como el habano mismo cuando su esposa le dijo aquello. Jamás imaginó que esas fueran sus palabras, no cuando no tenía a dónde ir y ni siquiera un peso dónde caerse muerta. Él siempre la había tenido en sus manos y eso no podía cambiar así como así. Se llevó las manos a sus cabellos en un gesto desesperado y tiró de ellos, para luego con una furia que Aniela no esperaba voltear el escritorio. Sí, era el seguro de una buena fortuna, pero…¿Solo era eso?

—Creí que te daba igual que ella se enterara —dijo Aniela cruzada de brazos y con una mueca irritante en los labios—, ¿o no será que te estás enamorando realmente de la gorda de tu esposa? —La pregunta llegó haciendo que Christopher se cuestionara.

«Jamás me enamoraría de una mujer como ella»; pensó Christopher enseguida.

Alisson salió de Tentación con el pecho agitado. Tenía la imagen de Christopher follando con Aniela en su mente, más todas aquellas palabras.

«¿Qué voy a hacer?»

Se preguntó mentalmente mientras apartaba las lágrimas de su cara. Fue la única hija que tuvo su madre, a su padre jamás lo conoció y jamás había hecho otra cosa que trabajar para la familia Langley. Su carrera estaba sin terminar y ahora tenía a un hijo de ese hombre creciendo en su vientre.

—Tal vez ellos tienen razón, siempre seré una inútil sirvienta —Susurró antes de comenzar a caminar.

Había comenzando a llover, y el sol que hasta hace poco era luminoso y grande había desaparecido convirtiendo el paisaje en uno sobrio y triste como su corazón. Avanzó por las calles concurridas de Nueva York sin rumbo fijo. Las preguntas se paseaban por su mente y las lágrimas bajaban por sus mejillas de manera descontrolada, hasta que… Un dolor punzante llegó a su entrepierna de pronto. Llevó las manos ahí notando como una mancha de sangre se instaló entre sus dedos pálidos.

—Mi bebé, no puedo perderlo —Exclamó desesperada.

Una segunda punzada llegó, está vez aún más fuerte logrando que Alisson viera borroso para luego caer desmayada en el frío asfalto de la calle.

Por partida triple

Los ojos de Christopher estaban fijos en la ventana que daba a la ciudad; su oficina quedaba en el piso cien y desde ahí se podía visualizar Nueva York en todo su esplendor. El cielo estaba vestido de nubes grises y pesadas y las gotas cristalinas habían comenzado a caer encima de las personas que corrían de un lado a otro intentando resguardarse. Langley llevó un vaso cristalino a sus labios para luego dejar que el amargo del whisky bajara por su garganta quemando su carne. Sus ojos grises, no se apartaron de la vista melancólica que tenía enfrente. Los rascacielos como Empire State se alzaban con majestuosidad ante su vista mientras más abajo podía visualizar a los taxis amarillos que brillaban en el pavimento húmedo. Sin duda, la vista podía darle un poco de calma a cualquiera, pero a él no. Tenía la mandíbula apretada y el agarre al vaso de cristal cada vez se volvía más intenso.

«Quiero el divorcio»

Esas palabras se repetían en su mente una y otra vez. ¿Por qué tenía que molestarle? ¿Por la fortuna? No estaba seguro si era por eso, aunque así esperaba que fuera. Llevaba con Aniela meses de relación y aunque era la figura pública que utilizaba para llevar a congresos, reuniones y mostrar como un trofeo en las revistas, la verdad era que con ella el sexo era mecánico y nada pasional, a diferencia del que tenía con Alisson. Sus labios eran tan carnosos y su cuerpo tan imperfecto que causaba estragos en él. Sin embargo, sabía perfectamente que ella no era la mujer para él.

—No puede dejarme, tiene que esperar que pasen los malditos tres años —Susurro, dejando caer el vaso en su escritorio.

Dos golpes en la puesta sonaron, sacando a Christopher de sus pensamientos tormentosos. Quiso mandar a la m****a a quien sea que se atreviera a molestarlo, pero… el pomo de la puerta de caoba giró, y un hombre alto, con ojos marrones muy claros y cabellos castaño que caía de manera desordenado por su frente entró con una sonrisa torcida que parecía irritar a Christopher.

«Ryan Campbell»

Era su mejor amigo desde que tenía memoria y también su socio en algunos negocios. Aunque, a veces desearía que no fuese así. Campell era molesto, nunca se callaba y siempre le decía las verdaderas en su cara a Christopher y justo eso era algo que irritaba mucho Langley. Él no estaba acostumbrado a que las personas le dijeran que hacer y eso Ryan siempre hacía.

—¿Vas a quedarte a dormir en la oficina? Ya casi son las seis de la tarde —Preguntó, tomando el vaso vacío y llenándolo de nuevo de whisky.

—Alisson me encontró con Aniela follando en la oficina y me pidió el divorcio —Escupió sin más, logrando que Ryan abriera los ojos con una sorpresa fingida.

—¿Y qué esperabas? ¿Que te diera un premio? ¡No seas imbécil Christopher! Llevas meses viéndole la cara a esa pobre mujer. ¡Que bueno que se va a divorciar de ti! —Dictaminó su socio con un tinte de perversidad en sus palabras.

Christopher lo aniquiló con los ojos. A veces creía que en vez de su amigo era su enemigo. Resopló intentando encontrar la calma que no tenía para no partirle la cara y luego vociferó;

—No lo voy a permitir, ella jamás me va a dejar —Sus palabras estaban cargadas de una urgencia que hizo que las cejas de Ryan se cerrarán de confusión—, perdería un dineral. Además, si ella hace eso tendría que pagar una multa millonaria y la pobre no tiene dónde caerse muerta —Escupió con malicia.

—¡Por Dios! No necesitas ese dinero, la fortuna de tu abuelo es casi que la que tienes ahora. Además, déjala libre si no la quieres. Habemos hombres dispuestos a conquistarlas —Soltó Ryan con diversión más para molestarlo que para otra cosa.

«Le gustaba su esposa aunque le costara admitirlo»

—¿Habemos? ¿Te interesa Alisson, Ryan? —Le preguntó Langley, sus palabras cargadas de una rabia contenida que amenazaba con reventar las venas de su frente.

—Es hermosa, con ojos expresivos y llenos de ternura. Su cuerpo es un poema andante. ¿Para qué quiero huesos si puedo comer buena carne? —Preguntó, logrando que la bilis se atascara en la garganta de Chirs enseguida.

¡Sí! Su cuerpo era un poema andante aunque eso no lo iba a decir en voz alta. ¿Él, el dueño de la mejor casa de moda del país sintiendo deseos por una mujer obesa? ¡Ni de chiste!

—Cuida tus palabras Campbell, has sido mi amigo desde que tengo moría pero eso no es excusa para partirte la cara —Ryan sonrío lleno de diversión. La actitud de Langley solo aumentaba sus sospechas—, aunque claramente no me gusta Alisson, es mi esposa y no permitiré que nadie me vea la cara.

Tras decir eso, tomó el saco negro que reposaba en su silla y se los colocó para luego salir de ahí con una furia que amenazaba con romper de nuevo todo a su paso.

Cuando llegó al parking, subió a su auto deportivo y comenzó a conducir a la mansión. A medida que avanzaba por las calles mojadas de la ciudad, sus nudillos se volvían blancos de la rabia gracias al apretar que tenía en el volante. Minutos después, se estacionó en el parking de la casa y con una calma que estaba muy lejos de sentir entró en ella ignorando las llamadas insistentes que sonaban en su móvil.

—¿Dónde está Alisson? —Le preguntó a su madre quién lo esperaba en la living sentada con una taza de té.

—Salió hace mucho y no ha vuelto. En la mañana también hizo lo mismo. ¡Esa mujer te está viendo la cara Christopher! Si no fuera por la fortuna que vas recibir te dijera que te divorciaras de ella, es una zorra —Las palabras de Nora taladrarón en la mente de Chris enseguida.

Miró la hora en su reloj con el entrecejo cerrado y apretó sus puños con furia. El saco que llevaba puesto había comenzado a molestarle y sudor recorría su piel blanca sin descanso.

«Está muy equivocada si cree que me verá la cara de idiota»

Pensó quitándose el saco y sentándose en uno de los sillones a esperarla; Alisson Jones iba a saber quién era Christopher Langley.

Los ojos azules de Alisson se abrieron con lentitud y miraron todo a su alrededor. Se encontraba en una habitación de paredes blancas que apenas era alumbrada por una luz tenue. Estaba mojada, y el frío del aire acondicionado calaba sus huesos haciendo que sus dientes rechinaran.

—¿Dónde estoy? —Se preguntó, pero el olor a alcohol y el tintineo constante de la máquina de oxígeno se lo dijo enseguida.

¿Cómo había llegado ahí? Llevó las manos a su vientre apenas se dió cuenta y enseguida preguntó con voz rota;

—¿Y mi bebe? ¿Está bien mi bebe? —Su voz era desesperada y llena de una angustia dolorosa.

En su frente, tenía una pequeña curita que cubría la pequeña cicatriz que se había hecho al caer y en sus brazos estaban conectados a una hidratación.

—Tranquila señora Langley, su bebé está bien. Tuvo una amenaza de aborto pero por suerte llegó a tiempo y no pasó a mayores. Una mujer la encontró y la trajo aquí —Respondió la enfermera con premura.

Alisson suspiró llena de alivio. Aunque su corazón estaba destruido lo menos que quería era perder a su hijo.

—Muchas gracias señorita —Respondió ella enseguida, pero sus ojos se desviaron al reloj de pared que estaba enfrente y enseguida sus dedos temblaron con desespero—, ¡Tengo que irme! ¡Jamás he estado tan tarde fuera de casa y debo preparar la cena! —Exclamó con una desesperación que a la enfermera la confundió.

¿Ella era la esposa de un importante empresario y no tenía quien preparara la cena por ella? Además ella llevaba horas ahí y nadie la había ido a buscar.

—Hemos llamado a su esposo y no contesta, y usted no está en su seguro, temo que si no paga la cuenta no podemos dejarla ir —Explicó la enfermera con vergüenza.

Los ojos de Alisson se cristalizaron. ¿Cómo era posible que ella no estuviera asegurada por Christopher?

«Nunca has sido importante para él Alisson»; se dijo internamente.

—No sé preocupe señorita, yo traigo dinero para pagar mi cuenta —Dijo pensando en un par de ahorros que había guardado de su trabajo en casa de los Langley.

Rebuscó en su bolso y le entregó un par de billetes que enseguida la enfermera tomó. ¿Para que enviarla a la caja si la pobre mujer estaba completamente deshecha?

—Bien, pero recuerde que debe descansar señora, sus hijos están delicados y no puede agitarse o puede perderlos —Exclamó la enfermera enseguida.

—¿Hijos? —preguntó Allison con confusión.

—¡Por Dios santo! Lo olvidaba —La enfermera sacó un eco del bolsillo de su camisa y se lo tendió a Alisson con una sonrisa amplia—, usted tendrá trillizos señora.

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